No dejar llorar a un recién nacido no te hace débil: te hace madre
No dejar llorar a un recién nacido es una decisión que muchas madres toman desde el instinto, pero que también está respaldada por la ciencia. Aunque durante décadas se repitió la idea de que “llorar les hace bien” o que “aprenden a dormir”, lo cierto es que ignorar el llanto puede afectar profundamente el desarrollo emocional del bebé. Lo descubrí en carne propia, entre noches sin dormir, discusiones de pareja y una sensación constante de estar fallando… hasta que aprendí a confiar en mi instinto.
1. ¿Por qué algunos recomiendan dejar llorar a un recién nacido?
Durante décadas, se ha repetido una idea que muchos padres primerizos escuchan sin cesar: “déjalo llorar, se le pasará” o “tiene que aprender a dormir solo”. Esta visión, heredada de generaciones pasadas, sugiere que si atiendes el llanto de inmediato, malcriarás al bebé. Pero, ¿de verdad tiene sentido aplicar una lógica adulta a un ser humano que apenas empieza a vivir?
En los primeros días de maternidad, el cansancio se acumula, el cuerpo duele y las emociones están a flor de piel. En ese estado vulnerable, muchas veces uno cae en la tentación de seguir consejos de familiares o incluso profesionales que minimizan el llanto como un simple capricho. Pero lo cierto es que un recién nacido no llora por manipular, llora porque es la única manera que tiene de comunicar que algo no está bien: hambre, frío, sueño, dolor, miedo, soledad.
Personalmente, recuerdo cuando nació mi primera hija. Como todo bebé recién nacido, esperaba que se durmiera plácidamente después de comer. Pero no. Por más que me pasaba horas pegada a la teta y meneándola, simplemente no se dormía. El padre solo me decía: “déjala llorar y verás cómo se duerme”. Y aunque discutíamos mucho sobre esto, hubo momentos en los que me rendí… y la dejé llorar.
Y sí, se dormía, pero no por aprender: lo hacía de puro agotamiento.
2. Qué dice la ciencia sobre dejar llorar a un bebé
La ciencia moderna ha investigado en profundidad los efectos del llanto no atendido en bebés, especialmente en sus primeras etapas de vida. Numerosos estudios indican que dejar llorar a un recién nacido sin consuelo puede elevar sus niveles de cortisol, la hormona del estrés, de forma crónica. Esto puede tener efectos negativos en su desarrollo cerebral, emocional y fisiológico.
La teoría del apego, desarrollada por John Bowlby y Mary Ainsworth, sostiene que la respuesta sensible y consistente al llanto del bebé fortalece el vínculo afectivo entre madre e hijo, fomentando una sensación de seguridad básica que será la base de su salud emocional en la adultez. En cambio, la falta de respuesta puede llevar a inseguridad, ansiedad y dificultades para regular sus emociones en el futuro.
Una distinción importante que hace la investigación es entre los métodos de entrenamiento del sueño aplicados a bebés más grandes (6 meses en adelante) y los recién nacidos, cuyo sistema nervioso aún está en desarrollo y no están preparados para gestionar el estrés solos.

3. Los efectos emocionales de dejar llorar a un recién nacido
Más allá de lo fisiológico, los efectos emocionales pueden ser profundos tanto para el bebé como para la madre o cuidador principal. El llanto de un recién nacido es un grito de ayuda. Al ignorarlo, se le transmite la sensación de que sus necesidades no serán satisfechas, lo que puede derivar en desconfianza y estrés acumulado.
En mi caso, sentía que se me desgarraba el corazón. Cada sonido, cada llanto, me hacía sentir mal, porque sabía que no era beneficioso para ella. Había leído en cuarenta mil libros que el llanto liberaba cortisol, que el bebé necesitaba contacto, que el vínculo se fortalecía con presencia… pero ahí estaba yo, sin fuerzas, dejándola llorar.
Este conflicto me llevó a dos problemas: sentirme una mala madre y, por otro lado, comenzar a resentir a mi pareja, porque no entendía que eso estaba mal. Él, como muchos, seguía las ideas que se han repetido por generaciones sin cuestionarlas. Y yo, mientras tanto, sentía que si yo no luchaba por el bienestar de mi hija, nadie lo haría.
4. Crianza respetuosa: escuchar el llanto como forma de comunicación
La crianza respetuosa propone algo tan básico como revolucionario: tratar al bebé como un ser humano con derechos, emociones y necesidades legítimas, aunque no pueda expresarlas con palabras. En esta visión, el llanto no se ignora, se interpreta.
Atender el llanto no significa sobreproteger ni impedir la autonomía futura del bebé. Muy al contrario: enseñar desde el primer día que su mundo es seguro, que mamá o papá están ahí, y que sus emociones son validadas, fomenta un desarrollo emocional más estable y seguro.
No se trata de evitar que llore por completo (algo imposible), sino de responder con sensibilidad, de manera que el bebé se sienta comprendido. Esto genera conexiones neuronales fundamentales que lo acompañarán durante toda su vida.

5. Cómo identificar los distintos tipos de llanto
Una de las mayores herramientas que un padre o madre puede desarrollar es la escucha activa del llanto. No todos los llantos son iguales, y aprender a diferenciarlos puede marcar una enorme diferencia en la calidad de vida del bebé… y de toda la familia.
Cuando nació mi segundo hijo, entendí que cada bebé llora diferente. No era lo mismo un llanto de hambre que uno de sueño. Me tomó tiempo, pero observando y respondiendo con paciencia, logré entender sus señales y adelantarme antes de que el llanto fuera inconsolable.
Al principio me frustraba no saber qué le pasaba. Pero poco a poco, me di cuenta de que cada sonido, cada gesto y cada movimiento tenía un significado. Fue entonces cuando comprendí que la clave no era dejarlo llorar, sino escucharlo desde el primer instante.
Existen señales claras que preceden al llanto: movimientos con la boca, puños cerrados, giros de cabeza, cambios de expresión. Captarlas a tiempo te permite actuar antes de que el bebé estalle en llanto, y eso fortalece la comunicación no verbal desde el primer mes de vida

6. Consecuencias para el bebé… y para la madre
No debemos olvidar que la maternidad también necesita cuidado. Dejar llorar a un bebé puede tener consecuencias dolorosas para quien lo escucha con el corazón en la mano.
El agotamiento, la presión social, las dudas constantes… hacen que muchas madres entren en un bucle de culpa y autoexigencia. Cuando no hay apoyo, cuando todo recae sobre una sola persona, es fácil sentir que uno está fallando.
Por eso, además de hablar del bebé, tenemos que hablar de nosotras. Atender al llanto no es solo un acto de amor hacia el bebé, sino también hacia ti misma. Saber que estás haciendo lo correcto, aunque sea lo más difícil. Conectar con tu instinto, incluso cuando el mundo te dice lo contrario.
7. ¿Y si no lo dejo llorar? Estrategias reales que sí funcionan
Muchas madres me preguntan: “si no lo dejo llorar, ¿cómo hago para que duerma?”. La respuesta no es una técnica mágica, sino un cambio de enfoque. Aquí algunas estrategias que me funcionaron:
- Rutinas suaves: establecer horarios previsibles ayuda al bebé a anticipar lo que viene (baño, masaje, luz tenue, pecho).
- Contacto constante: portear durante el día reduce la ansiedad acumulada.
- Entorno tranquilo: luces cálidas, sonidos suaves, ambiente relajado antes de dormir.
- Responder rápido: cuanto antes atiendas el llanto, más fácil será calmarlo.
- Tiempos compartidos: aunque no duerma aún, estar cerca en la cuna colecho puede hacer maravillas.
Estas estrategias no evitarán el llanto al 100%, pero disminuirán su intensidad y frecuencia, y sobre todo, evitarán que se transforme en estrés tóxico.
8. Rompiendo mitos: lo que aprendí al criar dos hijos sin dejar llorar
Criar sin dejar llorar no significa criar sin límites. Significa estar presente, comprender, acompañar. Después de dos hijos, puedo decir que el mayor aprendizaje fue darme permiso para hacer las cosas a mi manera, no como me dijeron que debía ser.
Y aunque al principio me sentía sola, poco a poco entendí que mi intuición tenía razón. Que la conexión no se construye con reglas, sino con presencia. Que dejar llorar no enseña a dormir: enseña a resignarse.
Y yo no quiero hijos resignados. Quiero hijos que confíen en el mundo, en mí, en sí mismos.

9. Conclusión: no se trata de dormir, se trata de conectar
“No dejar llorar a un recién nacido” no es una moda ni un capricho de madres intensas. Es una forma de decir: “te veo, te escucho, estoy aquí”. Es comprender que la seguridad emocional se construye desde los primeros días, y que una infancia sostenida se transforma en una adultez resiliente.
Este artículo no es para juzgar a nadie. Todos hemos tenido noches de desesperación. Pero sí es una invitación a mirar más allá del cansancio, a preguntarte qué mensaje quieres dejar en el corazón de tu bebé cuando llora y tú estás ahí.
Porque al final, lo que los calma no es el silencio… es nuestra presencia.
