La maternidad es un viaje sin boleto de regreso. ¿Estás lista para subirte al tren?
Un día te subes sin darte cuenta. Sin boleto, sin instrucciones, sin un mapa que te diga qué hacer cuando el tren arranque. Solo sabes que ya no hay vuelta atrás.
Al principio, todo es confuso. El traqueteo del vagón te marea, las noches sin dormir te nublan la vista. Te sostienes como puedes mientras el tren avanza sin frenos, sin darte tiempo para respirar. Miras por la ventana y ves una versión de ti alejándose en la estación de «antes». Aquella que tenía tiempo, que dormía, que podía sentarse a comer sin interrupciones. Ahora, tu reflejo en el cristal te muestra otra persona: despeinada, con ojeras profundas, con una mancha de papilla en la camiseta y una taza de café frío en la mano.
Te preguntas: ¿será siempre así?
¿Por qué la maternidad se siente como un tren en marcha?
El tren no se detiene. Apenas te acostumbras a una fase y ya ha cambiado. Creíste que nunca superarías las noches de desvelo, y un día, sin previo aviso, duermen un poco más. Creíste que siempre querrían tus brazos, y de repente corren sin mirar atrás. Creíste que siempre dirían “mamá” con adoración, hasta que un día escuchas un «déjame solo» que te duele en el pecho.
Y entonces lo entiendes. No eres una pasajera a la deriva. No estás aquí solo para ver la vida pasar desde el asiento trasero. Eres la conductora.
Sí, habrá túneles oscuros. Noches en las que llorarás en silencio porque el cansancio te pesa en los huesos. Estaciones en las que querrás bajarte solo para respirar, para recordar quién eras antes de este viaje. Habrá momentos en los que sentirás que el tren va demasiado rápido, que no te dio tiempo de aprender a ser mamá antes de que ellos crecieran un poco más.
El vértigo de verlos crecer
Pero también habrá amaneceres. Momentos en los que unos brazos chiquitos se enreden en tu cuello y un susurro te diga “te quiero, mamá”. Días en los que unas manos diminutas busquen las tuyas con confianza ciega. Noches en las que los verás dormir y sentirás que, a pesar del caos, este viaje vale cada segundo.
Y entonces, un día, el tren irá más despacio. Tus pequeños pasajeros habrán crecido. Ya no te despertarán en la madrugada, ya no necesitarán tu ayuda para subirse los zapatos, ya no te llamarán a gritos desde otra habitación. Y antes de que te des cuenta, en una estación cualquiera, se bajarán para tomar su propio tren.
Te quedarás ahí, en un vagón más silencioso, recordando las veces que deseaste una pausa, un descanso, un poco de tiempo para ti. Y entenderás que todo pasó más rápido de lo que imaginaste.
¿Cómo disfrutar el viaje de la maternidad sin sentirte perdida?
Porque la maternidad no es un destino, es un trayecto. Un viaje sin boleto de regreso, sin segundas oportunidades. Y cuando mires atrás, cuando recuerdes cada curva, cada túnel, cada estación, sabrás que a pesar del cansancio, del desorden y del vértigo de no saber si lo estabas haciendo bien, este fue el mejor viaje de tu vida.
Así que sigue adelante, mamá zombi. Ajusta el ritmo, abraza el desorden, mira por la ventana y sigue el viaje. Porque este tren no se detiene, y cada segundo que pasa es uno que nunca volverá.
¿Cómo ha sido tu viaje en este tren de la maternidad? Cuéntamelo en los comentarios y comparte este texto con una mamá que necesite leerlo.
Con amor,
Mamá Zombi